El presidente Martín Vizcarra, gran ganador con la decisión del Tribunal Constitucional (TC) de validar la disolución del Congreso a través de la denegación “fáctica” o “material” de la confianza, tiene un año y medio para demostrarle al país que la acción del 30 de setiembre realmente valió la pena y permitió solucionar grandes problemas que, según Palacio de Gobierno, no podían ser atacados por culpa de los parlamentarios que fueron enviados a sus casas.

Es cierto que el Congreso anterior manejado por Keiko Fujimori a través de su bancada fue uno de los peores de nuestra historia. Quizá haya sido el más impresentable por su bajísimo nivel. Sin embargo, ahora que fue sacado del camino dentro del marco constitucional, según el TC, el presidente Vizcarra está en la obligación de demostrar que, sin ese Parlamento, sí se puede gobernar, hacer gestión y solucionar los problemas que afectan a los peruanos.

Habrá que ver si en los próximos 18 meses, el mandatario y su equipo logran reducir la cifra de feminicidios y agresiones a mujeres, si hacen frente a la violencia callejera que nos agobia, si pueden impedir que ingresen al país más delincuentes venezolanos, si controlan los vergonzantes niveles de anemia infantil, si se avanza en la reconstrucción del norte, si el sistema judicial mejora a través de una verdadera reforma y si calienta nuestra alicaída economía.

Otra gran deuda está en los sectores de educación y salud públicas, objetos de abandonos históricos. Si seguimos con colegios que se caen a pedazos y docentes escasamente capacitados; mientras en los hospitales no hay medicinas básicas ni camillas en los servicios de emergencias, no vamos a ninguna parte. Es mucho lo que deben de hacer el presidente Vizcarra y su gabinete ahora que ya no tienen con quién pelearse.

Si no se avanza en esto, todo habrá sido en vano, pues el Congreso habría sido disuelto para que los problemas de fondo del Perú sigan igual. Si el Poder Ejecutivo ha argumentado que el Parlamento de horror que teníamos no dejaba gobernar, ahora tiene la gran oportunidad de demostrar que, en efecto, sin esa tara, es posible aliviar las grandes dificultades que afronta el peruano de a pie todos los días desde que sale de su casa.