Escribo este artículo minutos después de haber concluido el partido de la final de la Copa América, en la que nuestro representativo se coronó subcampeón, demostrando un buen desempeño durante el torneo. Indudablemente es un mérito colectivo de los jugadores, cuerpo técnico y directivos. No obstante, en esta ocasión destaco la calidad profesional de su director técnico, el profesor Ricardo Gareca. Horas antes del trascendental encuentro en el que nuestro equipo perdió -luchando hasta el final- ante el campeón Brasil, publiqué en mi cuenta en Twitter lo siguiente: “Cuando clasificamos al Mundial dije como ministro de Educación: Quisiera tener muchos Garecas como directores de colegios. Hoy antes de la final de la Copa América, lo reitero con más convicción. Gareca es un maestro y líder educativo”.

Y es que durante el ejercicio de sus funciones Gareca como entrenador ha mostrado competencias para diseñar técnicamente la táctica y la estrategia del equipo ante sus contendores para hacer y evitar goles en los partidos, que es la razón fundamental del éxito futbolístico. Ha logrado constituir un grupo de deportistas físicamente apto en fuerza, elasticidad, resistencia y velocidad; pero, sobre todo, ha puesto en práctica su liderazgo educativo para constituir una comunidad humana que muestra valores y actitudes relacionadas con el coraje (garra), la perseverancia, la responsabilidad, el trabajo en equipo, los límites y la disciplina, la solidaridad, el respeto mutuo, etc. Es un docente que desarrolla su trabajo enseñando con el ejemplo. Valora y cuida a sus pupilos, promueve la confianza, inculca la motivación y superación ante las frustraciones, como la derrota 5-0 en la primera etapa ante Brasil, y la humildad ante los éxitos. Todo ello desarrollando consistentes vínculos socio-afectivos con sus jugadores y colaboradores.