Mientras las miradas de los peruanos están puestas en la pandemia que no se va y que nos está causando miles muertos, muchos más de los casi diez mil que reportan las cuentas oficiales, no debemos olvidar de que a cientos de kilómetros de Lima aún hay compatriotas que siguen poniendo el pecho para acabar de una vez con los narcoterroristas que se mantienen operando en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM).

El viernes último tres integrantes del Servicio Militar Voluntario fueron heridos de bala en la base militar de Paquishari, casi al mismo tiempo que varias patrullas de militares y policías allanaban un gran laboratorio de producción de droga, donde hubo seis detenidos que cayeron con fusiles, pistolas y municiones. Luego se eso se inició la persecución de un grupo de narcoterroristas que continuaba al menos hasta la tarde de ayer domingo.

Una fuente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas indicó que junto a los sujetos y sus armas, la operación militar y policial en la quebrada Parhuamayo permitió incautar y luego incinerar 250 kilos de pasta básica de cocaína y ocho toneladas de insumos químicos como ácido clorhídrico y acetona. También se hallaron mil 200 kilos de cocaína líquida. No es poca cosa, según ha señalado el analista Pedro Yaranga.

Los tres jóvenes heridos están a salvo tras ser evacuados al Hospital de Pichari, Cusco, cuartel de las Fuerzas Armadas y la Policía en el VRAEM. Sin embargo, el peligro en la zona se mantiene latente. Es cierto que la banda de Víctor Quispe Palomino (a) “José” ha quedado reducida a su mínima expresión y a operar en alianza con el narcotráfico, pero eso no quita que pueda provocar la muerte de más peruanos, cuyas familias siguen esperando su retorno a casa sanos y salvos.

La lucha por acabar con los delincuentes que siguen operando en el VRAEM no ha terminado ni ha pasado a un segundo plano en los meses de pandemia por el COVID-19. Los peruanos debemos tener esto muy en cuenta, y ser conscientes de que hay cientos de compatriotas, entre oficiales, suboficiales y jóvenes soldados voluntarios, que se la siguen jugando allí donde el disparo de un francotirador terrorista puede cegar una valiosa vida.