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El reciente envío a Venezuela de 2 aviones con 100 militares y equipos a bordo por parte de Rusia ni por asomo podría creerse que significa el inicio de una escalada de tensiones entre Washington y Moscú. Lo voy a explicar. Cien efectivos enviados en misión técnica en términos estratégicos para un país tan grande como Rusia a una zona tan lejana como América del Sur no constituyen ninguna seria amenaza para Venezuela o la región, como pretende Nicolás Maduro, el dictador del país. Cuando Rusia se moviliza de verdad, lo hace con importantes desplazamientos militares, como lo hizo para invadir la península ucraniana de Crimea en el 2014, al movilizar cerca de 1000 tanques en un solo día. Por lo tanto, nadie podría creer en su sano juicio que los 100 efectivos militares que se encuentran en Caracas desde el último sábado constituyen una amenaza para EE.UU. Lo que está pasando es que Rusia aprovecha el contexto disuasivo político y militar de Washington sobre Caracas -hace pocos días ha desplazado hasta las costas de la Florida el portaaviones Abraham Lincoln- para llevar adelante otra nada comparable a la estadounidense con el objetivo de cundir la idea de una tensión internacional entre las exsuperpotencias EE.UU. y URSS, que lideraron el mundo bipolar luego de la Segunda Guerra Mundial. Nada más alejado de la realidad. Es verdad que Rusia es una potencia, pero ahora regional. Atrás quedó su apogeo mundial durante la referida Guerra Fría (1945-1989), cuando era la Unión Soviética. Vladímir Putin fue reelegido como presidente de Rusia con ese objetivo, que sigue siendo una aspiración inscrita en el imaginario de la mayoría de rusos. Putin, además, sabe de memoria que Maduro es un tirano, y en la hipótesis negada de que EE.UU. decida invadir Venezuela, al gobierno de Moscú no se le ve ingresando en un escenario de confrontación con Washington por el pellejo del dictador chavista. Moscú ha encontrado en el asunto de Venezuela la circunstancia ideal para ponerse en vitrina y también para quitarle protagonismo a la poderosa China. El día en que los rusos desplacen una flota como la que tiene EE.UU. en el Golfo Pérsico, todo podría ser distinto.