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En su mensaje al país de hace dos días ante el Congreso, el presidente Martín Vizcarra señaló que en el 2021 todos los peruanos, incluso los 4 millones que hoy no tienen garantizada su atención médica, estarán bajo la cobertura del Seguro Integral de Salud (SIS) independientemente de su condición socioeconómica. Sin duda es un anuncio importante, pero habría que ver si la realidad va de acuerdo con las intenciones del Gobierno.

Suena muy bien el anuncio de que en dos años más no habrá un peruano sin seguro médico, ya sea particular, a través de la Seguridad Social, de los centros asistenciales de las Fuerzas Armadas y la Policía, o del Ministerio de Salud. No obstante, para que eso sea cierto, lo primero que hay que garantizar es que en hospitales y postas públicas existan los recursos humanos y materiales para que los peruanos reciban una atención al menos digna.

De nada servirá a un peruano estar inscrito en el SIS, y hasta que le den un carné con su foto, si cuando acude a la emergencia de un hospital o a una posta, incluso de Lima u otra ciudad grande, no hay médicos ni enfermeras porque están en huelga; o no hay disponibles jeringas, gasas, agujas, catéteres, camas o pastillas para el dolor posoperatorio porque no hay plata o simplemente porque una mafia de sinvergüenzas se robó todo para venderlo.

Y es que si el sistema de salud pública sigue como hasta hoy, donde muchas veces las mujeres tienen que dar a luz en los baños ante la falta de atención oportuna, o hay que esperar meses para una operación ambulatoria, el anuncio presidencial del domingo último no será más que demagogia pura, como los tantos ofrecimientos que sueltan los políticos buscando el aplauso fácil y una ilusión en la gente más necesitada que sueña con tener dónde atenderse.

El anuncio del presidente Vizcarra es bueno, quizá lleve nobles intenciones, aunque habría que ver si hoy es posible tener un seguro que realmente reciba dignamente a la gente cada vez que requiera atención. Sería ideal, pero quizá en el Poder Ejecutivo deberían darse una vuelta por hospitales como el Arzobispo Loayza o el Dos de Mayo, acá nomás, en el Centro de Lima, para que vean cómo está de dura la cosa.