La monstruosidad del terrorismo ha vuelto a manifestarse al atacar y asesinar cruelmente a por lo menos 14 personas en el centro poblado San Miguel del Ene, que se encuentra dentro de la jurisdicción denominada Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), donde la pacificación total es una tarea pendiente.

Como en el pasado, los afectados por la brutalidad de Sendero Luminoso han sido peruanos pobres, incluyendo a dos menores de edad, en lo que estos criminales denominan una acción de “limpieza social” contra todos aquellos que no apoyan sus fechorías terroristas. Estos salvajes asesinatos que hacen recordar a acciones similares cometidas en los años 80 e inicios de los 90 por grupos terroristas en las zonas más alejadas y olvidadas del país, merecen la condena y el repudio de todos los peruanos de bien que, a su vez, deben rechazar cualquier uso electoral de esta tragedia que enluta al Perú.

Es de esperarse que las Fuerzas Armadas y Policía Nacional den con el paradero de estos asesinos que siguen manteniendo en vilo a esas zona del país, donde el terrorismo actúa en alianza con el narcotráfico, algo inaceptable en el Perú de hoy que anhela vivir en paz.

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