Hoy es un día histórico para el catolicismo. Los pontífices Juan Pablo II y Juan XXIII serán declarados santos. Y eso no es todo: en la ceremonia de canonización estarán dos papas: Benedicto XVI y Francisco. Un acontecimiento que generará mucha convocatoria. Un golpe de impacto para que la Iglesia Católica mantenga su vigencia. Es evidente que Juan XXIII es muy lejano para las generaciones actuales. Murió hace 50 años y no tuvo mucho contacto con la gente. El máximo interés de nuestro país se enfoca en Juan Pablo II, quien visitó dos veces el Perú y se ganó el cariño de todos.

Si bien es cierto hubo algunas cosas malas bajo su mandato, como los curas pedófilos, también hubo muchas cosas buenas. ¿Cuáles? Su trabajo denodado, pese a que estaba con el mal de Parkinson. Recorrió todo el mundo y llegó hasta Egipto, donde el 90 por ciento son musulmanes y chiitas, todos enemigos, y arrancó aplausos. Su espíritu podía con todo. Demostró una fuerza pastoral inusitada, una vida interior que transmitía y contagiaba, una pasión para hacer la Iglesia más creíble, más humana. Además, le puso énfasis a un mensaje: "Hay que purificar nuestras conciencias". ¿Qué significa ello? Que hay que tener capacidad de navegar hacia adentro. No quedarse en el afuera. No otorgarle todo el poder al dinero, a la tarjeta de crédito, al último modelo de celular, al alcohol, a la droga, etc. La gente valoró de Juan Pablo II su afecto, su cercanía, su solidaridad, su capacidad de amor. Todo eso lo hizo especial. Y encima hizo milagros. Por ello, ahora es santo.