Sorprende el lamentable nombramiento de Daniel Salaverry como presidente del Directorio Perúpetro, cuya función será nada menos que otorgar lotes petroleros, realizar licitaciones en el extranjero y promover la inversión privada. Lo que más sorprende es la gran capacidad del presidente Castillo, en seguir haciendo favores políticos con una actitud grosera, evidente y descarada, manteniendo una “política de repartija” sin importar la capacidad para los cargos. El único mérito de Salaverry, fue su apoyo incondicional al hoy presidente en la segunda vuelta electoral. El presidente debe saber que no cumple con los requisitos básicos para el cargo, como gozar de reconocida experiencia y capacidad técnica y profesional. Tiene por antecedente, cuando en sus inicios fundó DSV Constructores el año 2004, empresa dedicada a la construcción que en el 2018 fue dada de baja por la Sunat, con una deuda acumulada de más de un millón de soles, correspondientes a Essalud, ONP y el Estado. También el haber sido acusado por presuntamente, haber presentado información falsa en sus semanas de representación, cuando ocupó el cargo de parlamentario. Fue candidato a la Presidencia del Perú en las últimas elecciones, ubicando al expresidente Vizcarra como número uno para el Congreso, sabiendo las razones por la que fue vacado. Además, su trayectoria es conocida por haber pasado por varios partidos políticos, sin ninguna convicción política, solo con el ánimo de encontrar una oportunidad para obtener un cargo de poder. El problema no solo es Salaverry, sino y sobre todo el presidente Castillo, que una vez más ha perdido la vergüenza al hacer este mal nombramiento. ¿Es un incapaz absoluto o un vil sinvergüenza? Prefiero lo primero, donde al menos se le justifica por no tener idea de cómo gobernar un país.