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En el primer día útil de labores en el Gobierno tras las fiestas de fin de año y la turbulencia propia del indulto a Alberto Fujimori previo canje de votos con un sector de la bancada “naranja” para evitar la vacancia, sería bueno recordarle al presidente Pedro Pablo Kuczynski que tiene un gran pendiente con miles de peruanos: la reconstrucción tras el llamado Niño costero, que está por cumplir un año de haber arrasado con bienes públicos y privados.

Una mala señal del trabajo efectuado tras la catástrofe del verano pasado ha sido ver ayer al ministro de Agricultura y Riego, José Hernández, supervisando trabajos de limpieza del cauce del río Rímac en la zona de Carapongo, cuando estamos ya en temporada de incremento de caudal de los ríos de la costa. Estas labores debieron efectuarse desde abril o mayo de 2017, cuando el torrente que desciende de la sierra es mínimo.

En el norte, tal como hemos informado en Correo, cientos de personas siguen viviendo en refugios “temporales”, pues hasta el momento no han recibido el apoyo necesario y que además fue ofrecido apenas sucedió la tragedia, que en un primer momento fue bien atendida por el gobierno de la mano de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Sin embargo, parece que la cosa ha quedado ahí, pues no se ven mayores avances en las tareas de recuperación de la infraestructura perdida.

Atención que con la llegada del verano se incrementan los riesgos de epidemias como las del dengue entre las personas que siguen viviendo en condiciones de insalubridad en el norte del país. ¿Esto ha sido previsto por el Gobierno o nos dirán más adelante que es “un psicosocial”, como sucedió con la anterior ministra de Salud, Patricia García? Un mal manejo de este tipo de situaciones podría ser letal para la aceptación de una administración débil como la del presidente Kuczynski.

Y ojo que en esta lentitud y parsimonia no tienen nada que ver el fujimorismo, los apristas o quien sea. Acá depende única y exclusivamente de un gobierno que desde un inicio ha tenido todas las facilidades, incluso desde el Congreso, para gestionar y atender sin pérdida de tiempo a los afectados, que en muchos casos se quedaron con la ropa que traían puesta en el momento de la tragedia. ¿Estamos nuevamente ante una situación como la de Pisco tras el sismo de agosto de 2007?