Hay razón en la expresión común de estos días sobre los fría y algo frívola de la campaña electoral en estas semanas.

Mientras los analistas no terminan de ponerse de acuerdo sobre cuál es el rédito de los partidos por participar en un Congreso tan cortito vamos llegando al día de estas inéditas elecciones. Abundan especulaciones sobre cuál será la posición de la próxima mayoría frente al gobierno y si éste necesita hacerse de una bancada que le cuide las espaldas para cabalgar tranquilo al fin del periodo. Pésimo negocio adivinar a quién le convendría cargar con el pasivo de un gobierno cuando las presidenciales están a poco más de un año. Y tal es la apatía en muchos casos que la propia campaña no termina de abrirse paso entre los otros temas de lo que se llama con imaginación: la “coyuntura”.

Los medios con un sentido de responsabilidad y tratando de animar la campaña han organizado debates entre candidatos a parlamentarios. Abundan hoy los programas en medios tradicionales y online que invitan a candidatos a un ejercicio necesario en cualquier democracia. Pero a la luz de lo que se ve algo está saliendo mal. Cómo hacer que los candidatos no conviertan estos espacios en rings mediáticos, en reyertas buscando salir del anonimato y generar escándalo que los catapulte. Que sea una discusión de ideas en lugar de poses y gestos de aspirantes cada vez más avezados. Difícil a estas alturas. Los candidatos creen que mientras más ruidosas y polémicas sus propuestas mayor será la probabilidad de que los inviten a los “debates de ideas”. Qué fue primero: el huevo o la estulticia?

El criterio de selección de los contendientes es variado y la mayoría de veces acertado, pero en algunos contados casos es -por tal vez por costos- solo el traslado de pleitos de redes sociales a la realidad o la debilidad por armar parejas en función de la audiencia. Si invito a desconocidos nadie verá mi programa. Alguien decía con provocación que no todas las opiniones son respetables, que algunas son de plano deleznables. Las que son respetables deben ser las personas, siempre, pero no necesariamente todas sus ideas. Polémico planteamiento, sin duda, pero a la luz de lo que vemos y escuchamos, y a la cantidad de candidatos, podría servir de algo.