La secuela de la “virtualidad” que nos dejó de herencia la reciente pandemia mundial, es un desafío de difícil definición. Muchos de nuestros trabajos o estudios los hacemos hasta el día de hoy de manera remota, perdiéndonos la riqueza de la interacción humana y las fricciones y los conflictos naturales que ello ocasiona y que se convierten en una oportunidad para mejorar y crecer. Pareciera que nuestras expectativas de vida, progreso y felicidad van por el “ascensor” y las posibilidades reales de las que disponemos para lograrlas, van por la “escalera”. La frustración, esa emoción fuerte que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas, empieza a aparecer cuando nuestras expectativas se distancias de la realidad, entonces es inevitable que nos abrume un estado de desánimo y de pesar. Algunas de las frases más comunes que nos afligen durante los procesos de frustración varían entre “no soy capaz”, “tengo mala suerte” o “siempre me pasa lo mismo”. Estas emociones, mal manejadas, alteran negativamente nuestro estado de ánimo y nos generan ansiedad. Si bien la frustración es parte de nuestra vida, debemos entender que ella es una oportunidad de aprendizaje valiosa. Las dificultades forman parte de la vida de todo ser humano y se presentan de manera inesperada ¡siempre!; por ello, es importante pensar que el éxito no es el final en sí mismo y que el fracaso, tampoco lo es. Lo importante del fracaso es que se convierte en una oportunidad para volver a ponernos de pie, a aprender de aquello que hicimos mal y seguir adelante con más intensidad. Vivimos una época en que todos quieren todo de manera inmediata y fácil, pero se olvidan que la regla de oro de la vida es justamente la de aprender a enfrentar la adversidad ejercitando las conjugaciones del verbo “Aguantar”. Debemos entrenar nuestra capacidad de entender que las contradicciones son inevitables, lo serán siempre y que estar enojados ante ellas nos impide resolver los problemas y cambiar las cosas. El enojo de la frustración nos quita serenidad, creatividad y capacidad para enfocarnos en colocar los problemas en su debido lugar.
Señora frustración, señor adversidad por María Isabel León (OPINIÓN)
Columna de opinión.