El reciente proyecto de ley del congresista Paúl García, de Acción Popular, que propone el Servicio Militar Obligatorio (SMO) para los ciudadanos con condena condicional o con reserva por la comisión de delitos dolosos, realmente es muy malo, pues el servicio militar es visto como castigo. Esta manera de concebirlo, no es nueva.

Durante el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas -Primera fase: Juan Velasco Alvarado (1968-1975); y, segunda fase: Francisco Morales-Bermúdez Cerruti (1975-1980)-, las denominadas levas que se hacían por los barrios de Lima y otras ciudades del país, lograba reclutar contra su voluntad a un importante número de jovencitos.

Los que tenían vara y movían sus influencias se “libraban” de permanecer en los cuarteles por uno o dos años. Aunque estoy de acuerdo en que sea restituido, actualmente no están dadas las condiciones para que eso suceda.

Primero tenemos que invertir muchísimo en la educación de nuestros infantes y niños, a fin de que acrecientan el amor a la Patria y cuando púberes y adolescentes, espontáneamente van a querer servir al Perú.

En Europa, Estados con estándares educativos muy altos como Austria, Dinamarca, Finlandia, Suecia y Suiza, el servicio militar es obligatorio y lo conciben como una responsabilidad de primer orden en sus vidas, asumiéndolo como un honor para con el país que los vio nacer.

En América Latina se da en México y Brasil. Es verdad que el internamiento en los cuartes, que es formativo, forjará el valor de la disciplina en nuestras juventudes y, será por la amenaza de un conflicto, como en Israel -criterio de seguridad y defensa-, pero esa no debe ser la razón principal para que restituyamos el SMO en estos tiempos.

La idea dominadora debería ser que se constituya en una realidad de oportunidades -fenómeno de inversión del Estado, jamás visto como gasto- donde incentivar el trabajo y desarrollo en equipo por competencias, valorar el sentido del compromiso y de su cumplimiento, así como promover el emprendimiento, permitirá que los jóvenes se sientan agradecidos con su Patria y asuman que fue un honor el tiempo de servirlo. Con esos valores bien cimentados, recién podremos pensar en el desarrollo nacional.