La Organización Mundial de la Salud - OMS acaba de anunciar que es altamente probable que la enfermedad del Covid-19, que sigue impactando a la humanidad -van 81,5 millones contagiados y casi 1,8 millones de muertos en todo el planeta-, podría volverse endémica, es decir, no desaparecer entre los humanos, o si prefiere, mantener una presencia constante o de carácter crónica por su recurrencia.

Con lo anterior, ciertamente aunque la ciencia haya encontrado la vacuna para contrarrestar al coronavirus, tendríamos que acostumbrarnos a aceptarla, aun cuando por las propias vacunas puedan ser menores sus efectos. Los que creyeron, entonces, de que hallada la vacuna estábamos cerrando un capítulo atípico y dramático en el final de la segunda década del siglo XXI, se equivocan. Nada de esto último se ve como una realidad esperanzadora.

Normalmente, las endemias suelen darse en lugares específicos, es decir, en una determinada porción geográfica del mundo y derivan de la ocurrencia de epidemias, es decir, de la focalización de una enfermedad con alto impacto en un área localizada.

Como sabemos, el escenario del Covid-19 no es el de una epidemia sino una pandemia, lo que significa que su recurrencia, a pesar de la vacuna, podría darse cíclica o permanentemente en distintos lugares del globo.

Que así sea, es casi seguro que la calificación de una enfermedad como endémica, estará asociada a la capacidad respuesta de los Estados frente al coronavirus.

De allí que aquellos países que ya cuenten con la vacuna y sus poblaciones están siendo objeto de francos procesos de aplicaciones masivas, podrían resultar menos propensos a sufrir los embates de una eventual endemia -una suerte de impacto atenuado-, que aquellas naciones, como el Perú -hay que decirlo-, cuyos gobiernos no han logrado siquiera cerrar contratos con una sola empresa farmacéutica, y donde sus poblaciones se encontrarán en una situación de grave amenaza y de vulnerabilidad.

Finalmente, una verdad absoluta es que, cuando una enfermedad se vuelve endémica, será de imperiosa necesidad, que los gobiernos establezcan políticas de Estado para combatirla, de lo contrario todo será en vano.