Seguramente un abrazo no fue más retratado que el que vimos este 12 de febrero a través de la televisión, internet y posteriormente impresos. Me refiero al abrazo entre el papa Francisco, obispo de Roma, y el patriarca ortodoxo de Moscú y toda Rusia, Kiril, en Cuba, haciendo una escala en el vuelo hacia México, donde estará hasta el próximo 17.

Un abrazo esperado por casi mil años, y que hoy renueva el deseo de unidad y paz en el mundo a pesar de las diferencias que se puedan tener. Esta es la Escuela de Francisco, que hace de un simple abrazo una clase magistral para quienes persistimos en imponer nuestras ideas, buscar nuestros propios intereses, lucrar a costillas de otros, y cuanta más miseria guardamos en el corazón si solo pensamos en nosotros mismos, asumiendo que todo acaba aquí. Es preciso recordar que somos pasajeros en tránsito, camino a y con responsabilidades concretas de las que dependen otros.

Por eso es tan importante este gesto que precedió a la firma de la Declaración Conjunta que suscribieron estos líderes representando a millones de hombres y mujeres, de estas dos principales ramas del cristianismo que por diferencias doctrinales y geográficas se separaron en el año 1054, pero que hoy, como lo dijo el patriarca ruso: “A pesar de que nuestras dificultades todavía no se han allanado, está la posibilidad de encontrarnos y esto es hermoso”.

Mientras que Francisco al saludarlo le dijo: “Somos hermanos”, para luego comentar que durante el encuentro de dos horas “sentía una alegría interior que era del Señor. Él hablaba libremente y también yo hablaba libremente, pero se sentía la alegría”. Aprovechemos esta gratuita Escuela de Francisco para también tender puentes, hacernos hermanos y sentir alegría. ¡Sí podemos!