El nivel del Congreso de la República ha bajado un escalón más pese a que creíamos que no podía hacerlo. El contubernio entre Fuerza Popular y Perú Libre, aunque ellos se cansen de negarlo, para elegir como titular de la Defensoría del Pueblo a alguien cuyo único mérito es defender a indefendibles ha sido eclipsado por el blindaje a “Los Niños”.

Quienes vimos el debate de la noche del jueves no pudimos dejar de sentir vergüenza ajena por las argucias lumpenezcas usadas para tratar de retirar a parlamentarios que podrían votar a favor de la sanción y el nivel del debate en general.

¿Qué poder tienen Raúl Doroteo, Darwin Espinoza, Jorge Flores y Elvis Vergara para que haya parlamentarios que, viendo todos los indicios en su contra, votaran a favor de  salvarlos del proceso por presunta organización criminal y tráfico de influencias?

Pues que representarían la cabeza visible de un grupo de legisladores que puede inclinar la balanza a favor o en contra de un proyecto de ley. Una especie de mercado persa, donde primarían el interés personal y los arreglos bajo la mesa, que el preso Pedro Castillo supo detectar y usufructuar para mantenerse en el poder hasta su inepto golpe de estado.

“Los Niños” han capturado el Congreso y, aparentemente, no hay nada que podamos hacer.

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