Superada la crisis del gabinete de René Cornejo y en espera de señales políticas que permitan la supervivencia al menos por seis meses del equipo ministerial, sería muy positivo para el país que el gobierno y en especial el Ministerio del Interior comience a preocuparse por la constante inseguridad ciudadana y en especial por los crímenes bajo la modalidad del sicariato.

El último fin de semana, entre votos de confianza, intervenciones en La Parada, temblores y demás, ha pasado casi desapercibido el asesinato al norte del Lima del exconsejero regional por Áncash Ezequiel Nolasco, quien hace cuatro años sobrevivió a un atentado dentro de su casa de Chimbote, en que pereció su hijo. El crimen del viernes último fue cuando se alistaba a postular a la presidencia regional.

Ante este crimen que ha conmocionado a Chimbote y del que en Lima muy pocos hablan, no hemos visto a ninguna autoridad pronunciarse pese a que estamos ante un asesinato con motivaciones políticas y a un acto brutal que ha silenciado a un testigo del atentado anterior, que jamás ha sido esclarecido pese a los años transcurridos y a que los autores materiales fueron identificados desde un inicio.

Se vienen las elecciones regionales y municipales, y si tenemos a un Ministerio del Interior y a una Policía Nacional poniéndose de costado ante crímenes como el visto el fin de semana último, no nos sorprendamos que para los comicios de octubre veamos a los rivales políticos limando sus asperezas a punta de bala y amenazas. El país merece una explicación sobre lo ocurrido en el puerto ancashino, pero hasta ahora nadie dice una sola palabra.