La presidenta del Perú, Dina Boluarte, y el titular del Congreso de la República, Alejandro Soto, están al frente de dos poderes públicos que se ubican en la cabeza del Estado. Son, por lo tanto, funcionarios públicos del más alto nivel. Sin embargo, ambos han optado por privar a los ciudadanos de su derecho a estar informados de lo que hacen sus principales autoridades que además han sido elegidas por voluntad popular, es decir, por los mismos ciudadanos a los que no rinden cuentas de su gestión.
En el caso de la mandataria, desde su “célebre” conferencia de prensa del 5 de abril último, en que dijo que su “wayki” Wilfredo Oscorima le había “prestado” varios relojes Rolex y que las joyas que mostraba eran de Unique, no ha vuelto a responder ante los medios que son un intermediario con el ciudadano de a pie. La señora ha tenido muchas actividades públicas y ha dado discursos o declaraciones, pero no ha respondido preguntas sobre el asunto que no está cerrado, como se esfuerzan en decir los ministros.
Es evidente que la jefa de Estado no puede hablar más respecto a este enredado escándalo de muchas versiones, que podría costarle muy caro a nivel judicial una vez que deje el poder. Quizá ni ella cree lo que ha afirmado. Y ese temor a las preguntas y las cámaras de medios no oficiales, la lleva a no dar la cara a pesar de que parte de su labor como funcionaria del Estado, nada menos que la número uno, es rendir cuentas y ser transparente ante el ciudadano que la colocó en el cargo que ocupa.
Lo mismo sucede con el congresista Soto, presidente del Congreso, quien desde hace nueve meses permanece encerrado en su despacho sin dar la cara a los peruanos, tanto de la cuestionada gestión que tiene a su cargo, como de los “anticuchos” que guarda en las gavetas del despacho que jamás debió ocupar debido a todos los cuestionamientos que pesan en su contra, que incluyen la legitimidad de sus grados académicos y presuntos nexos nada lícitos con la suspendida fiscal de la Nación, Patricia Benavides.
Estas situaciones se generan, sin duda, por tener autoridades cubiertas de cuestionamientos y no dispuestas a dar la cara para responder todas las preguntas, sin excepción, que es lo que sucede cuando no hay nada que ocultar ni temer. Boluarte ha dicho que tiene amigos en el Congreso, puede ser. Lo cierto es que por ahora la mandataria está hermanada con Soto por el silencio y la capacidad de ambos para salir corriendo cada vez que ven a un periodista y una cámara.