Se consumó una amenaza en la que pocos creían. Tan enorme es disolver el Congreso desde la banalización de la cuestión de confianza que nadie creyó que Martín Vizcarra se atrevería a reeditar el nefasto 5 de abril con el argumento constitucionalmente inexistente de que el Parlamento había “negado fácticamente” la confianza para modificar la elección de los magistrados del Tribunal Constitucional. Para los expertos, la censura a dos gabinetes se refiere al acto solemne de la investidura, y no a cualquier tema que permita interferir o avasallar al Legislativo, haciendo trizas el principio de poderes y contrapoderes. El Congreso puede ser el peor de la historia, pero es el elegido y es autónomo. La denegatoria fáctica constitucionalmente no existe; más aún, el Congreso por mayoría concedió la confianza a Del Solar. La disolución no solo es inconstitucional; es farsesca y forzada. Configura claramente un golpe de Estado y así lo ve el mundo. El Congreso ha suspendido al Mandatario por un año por “incapacidad temporal”, otra medida ficticia cuando el inquilino de Palacio cuenta con la “lealtad” de las FF.AA.
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