El descubrimiento de operaciones de espionaje a políticos de oposición y a la vicepresidenta de la República, Marisol Espinoza, es un hecho gravísimo que parece no haber sido valorado debidamente por la oposición. Los congresistas de oposición han preferido hacer uso de su llamada “semana de representación” y han abandonado la escena política nacional. Incluso hay quienes han viajado al exterior sin aquilatar la gravedad de lo ocurrido.

Como gran gesto, han pedido la presencia para el próximo 28, es decir, diez días después de producida la denuncia. A esta oposición nada los saca de sus vacaciones.

Lo hemos repetido en reiteradas oportunidades: la democracia reclama un contrapeso de poderes, de tal manera que se eviten los abusos de poder. Ollanta Humala, dentro de su precariedad intelectual, ha tomado nota de que no tiene oposición en el Parlamento, que los congresistas no pasan de gestos mediáticos, pero que no tienen el vigor para enfrentarse seriamente al Gobierno. Les ha tomado el pulso de tal manera que ha aprendido a posponer los problemas hasta que el tiempo hace su trabajo.

Los líderes de la oposición han preferido sus reuniones con alcaldes distritales antes que reclamar, con urgencia y de manera inmediata, una explicación a la presidenta del Consejo de Ministros. En cualquier democracia que se precie de tal, este incidente ya les hubiera costado el puesto a Ana Jara y con ella a los ministros de Defensa y del Interior. En la democracia humalista, nada pasará.

Tenemos una oposición que no asume su responsabilidad. Que cree que aparecer opinando en la televisión es todo su papel. Por eso Ollanta Humala abusa del poder. Esto no es una democracia.