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El 15 de enero de 1958, a las 14.14 horas, un terremoto de 6.2 grados sacudió Arequipa y dejó 28 muertos y 133 heridos. Varias casas y locales públicos en el centro resultaron destruidos; igual pasó en distritos cercanos como Tiabaya y Sabandía. Mañana se cumplirán 61 años de ese movimiento telúrico.

El 13 de enero de 1960, como ayer hace 59 años, a las 10.41 horas, otro sismo de 6.2 grados afectaba las provincias de Condesuyos-Chuquibamba, Caravelí y Arequipa, dejando un cuadro de horror mucho más grave que el anterior: 63 fallecidos y varios miles de heridos.

En ambos casos, la suerte estuvo, de cierta manera, con los pobladores, al registrarse estos terremotos en el día, cuando gran parte de ellos caminaban por las calles y otros por sus chacras. De haber ocurrido en la noche o madrugada, quizá el número de víctimas se hubiera triplicado. Arequipa y varios pueblos resultaron destruidos.

Ambas desgracias naturales, como las que ocurren frecuentemente en esta región y en otras del territorio nacional, fueron un reto para las autoridades de ese entonces, en especial los congresistas locales de esa época, quienes cumplieron un importante rol y gestión ante el gobierno central de Manuel Prado, llegando a conseguir una ley con nombre propio: Arequipa Reconstrucción.

“Esos dos terremotos que destruyeron Arequipa y provincias fueron palanca de desarrollo para la región, donde se aprobaron recursos en la Ley de Presupuesto para financiar importantes proyectos que no solo ayudaron a reconstruirla, sino que también permitieron modernizarla gracias al trabajo de la Junta de Rehabilitación que se formó, como también darle el verdadero valor al Centro Histórico”, me comentaba ayer el historiador Juan Guillermo Carpio Muñoz, al remarcar que fue importante la unidad de los parlamentarios para tal fin.

Arequipa perdió mucho con ambos terremotos, pero también ganó mucho para ser una ciudad en desarrollo.