GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

En Los seis libros sobre la República, Jean Bodin señala que la soberanía es el poder “de dar leyes a todos en general y a cada uno en particular sin consentimiento de superior, igual o inferior”. Este poder “absoluto y perpetuo de una República” es propio, inalienable e imprescriptible. Del mismo modo “que el navío es sólo madera sin forma de barco, cuando se le quitan la quilla que sostiene los lados, la proa, la popa y el puente, así la república, sin el poder soberano que une todos los miembros y partes de ésta y todas las familias y colegios en un solo cuerpo, deja de ser república”. Sin la soberanía, el Estado no puede subsistir.

En efecto, sin el concepto elaborado por Bodin no existiría el Estado liberal moderno. Y esta idea es, precisamente, la que se pretende subvertir mediante la aplicación de la teoría de los grandes espacios político-jurídicos capaces de interferir en los asuntos internos de cada Estado. Si se altera el concepto de soberanía mediante su cesión a un ente superior, la propia estructura del Estado se debilita. La relativización de la soberanía tiene como objeto debilitar más a un Estado polarizado con el fin de facilitar su captura. La captura del Estado por un sector ideológico busca la transformación cultural de una comunidad nacional. Y la transformación cultural está relacionada con la construcción de un escenario de hegemonía.

Estas son las claves políticas de la guerra cultural que se libra en todo el planeta. La relativización de la soberanía en la práctica equivale a la disolución de la independencia estatal. He aquí el panorama al que se enfrenta el Perú.