Si el presidente Pedro Castillo está dispuesto a llevar su gobierno y el país rumbo al abismo al jugarse el todo por el todo por un par de ministros impresentables como Guido Bellido e Iber Maraví, sería bueno que al menos el mandatario sea capaz de salir públicamente y decirle a los peruanos por qué estos personajes son mantenidos en el gabinete a pesar de sus oscuros antecedentes y sus hasta ahora desconocidas virtudes en la gestión pública en momentos de crisis.
Es lo que haría cualquier gobernante y estadista que se respete, que esté al frente de las riendas de un país y que cuente con los conocimientos y la solvencia necesarias para dar la cara y argumentar al menos dos o tres ideas ante periodistas independientes. Sin embargo, para tragedia del Perú, tenemos a un mandatario mudo, timorato y carente de todo liderazgo, lo cual no implica que el presidente Castillo sea una pobre víctima de los “malos” Bellido y Vladimir Cerrón.
Con la presencia de Bellido y Maraví en el lanzamiento de la llamada “segunda reforma agraria” en Cusco y el encendido discurso del mandatario ante una tribuna “amigable”, quedan pocas dudas de que los tres mencionados juegan en el mismo bando, que no hay mayores pugnas internas y que cualquier “humalización” de parte del jefe de Estado no es más que un sueño de quienes aún se resisten a creer que esta gente ha llegado a implantar en el país el ideario jurásico de Perú Libre.
Las amenazas al Congreso lanzadas por Bellido desde Cusco y la urgencia de hacer cuestión de confianza ante la posible censura a Maraví no son gratuitas; como tampoco lo son los ataques a la prensa independiente que muestra el lado oscuro e improvisado del régimen, mientras de otro lado van surgiendo “medios” afines al mamarracho de gobierno que tenemos desde el 28 de julio, que habría que ver quién los está financiando y a cambio de qué.
Los peruanos estamos avisados del rumbo de colisión en que va el régimen de Castillo, que de “humilde y bienintencionado profesor de sombrero y hablar pausado” tiene muy poco. Lo evidencian la calaña de sus inseparables socios que podrán ser muy burdos en sus métodos, pero que tienen muy claro hacia dónde pretenden llevar el país, amparados en un discurso demagógico que se sustenta en las necesidades de millones de peruanos que se han visto agravadas con la pandemia.