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Este domingo se realizan las elecciones regionales y municipales en todo el país. El proceso electoral recorre su último tramo. En el centro del país, se alistan los cierres de campaña y en algunos casos son más importantes los artistas contratados que los candidatos. El discurso político es pobre en la mayoría de postulantes. En lugar de una exposición de ideas, solo hay arengas, consignas, ataques y asistencialismo. ¿No confiarán en la capacidad perceptiva del elector? ¿Creerán que la población no está capacitada para analizar propuestas? ¿Sus conclusiones serán que los votantes son rebaños?

Es cierto que ahora importa más el gesto, el grito, el tono y la creatividad de un candidato. Ya Mario Vargas Llosa lo decía: “Muy rara vez, las ideas y las razones conquistan al gran público. Son los gestos, las imágenes, las emociones y pasiones las que son capaces de despertar adhesiones”. En nuestras regiones, ya abusaron de ello. Una candidata hizo una ceremonia para casarse con la honestidad, otro se disfrazó de oso y algunos hasta se transformaron en los Avengers. Sin embargo, lo más lamentable han sido las agresiones y enfrentamientos. Se trata de una fiebre regional que hierve cada cuatro años y en la que la temperatura se eleva hasta el fanatismo. El problema es que creen que necesitan de un enemigo al frente y caerle con todo para ser más populares y captar más adherentes. Aplicaron estas acciones para enfrentar acechanzas del rival -reales o imaginarias- con tal de no trabajar en propuestas y soluciones para la prosperidad de sus regiones o sus distritos. Los grupos políticos están desbordados por el activismo, puesto que tienen la necesidad ya no tanto de ganar, sino de sobrevivir para las elecciones que vienen. Por eso, hacen de todo sin importar la decencia y docencia política.