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La lista de tragedias que como país padecemos es larga. Sin embargo, por urgentes que sean, no todo problema puede ser atendido desde la alcaldía. Porque simple y llanamente la ley no lo permite. Porque los responsables son otros.

Esto bien lo saben los candidatos a la alcaldía. No obstante, quizás en plan manotazos de ahogado, muchos han preferido usar el escaso tiempo del debate para ponerse la capa de superhéroe y hablar sobre temas que saben que indignan, pero que no podrían solucionar desde el sillón municipal.

Quizás el ejemplo más escandaloso sea el de Julio Gagó, quien en un evidente acto de desesperación apeló al más reacio conservadurismo y despotricó contra las “familias gay”, cuando el reconocimiento de derechos de las personas compete al Congreso o a instancias constitucionales.

Gustavo Guerra García se refirió a la educación con enfoque de género -medida que suscribo-, pero la municipalidad no tiene competencia en el currículo escolar.

Enrique Fernández logró generar empatía mediante el justo reclamo de la situación de los pensionistas. Sin embargo, las pensiones nada tienen que ver con la alcaldía, sino que competen al Gobierno Central.

Si regresamos una semana, basta con repasar las propuestas de Daniel Urresti en seguridad ciudadana para preguntarse si es que está postulando a alcalde o a ministro del Interior. Y los ejemplos no se acaban.

Con el poco tiempo que permite un esquema de debate tan deficiente, hablar de temas sobre los que nada podría hacerse desde la alcaldía es dejar de hablar de lo que sí. Eso, creo, no es justo para los electores, que merecemos decidir el voto en función de propuestas reales.