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No me cansaré de relievar el rol de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú en su combate frontal al terrorismo. La muerte del suboficial de 3ra. Elmer Quispe Ríos, por las hordas terroristas que operan en el Vraem, no va a hacer doblegar a las FF.AA. en su persistencia a pesar de que históricamente nuestra clase política no hizo nada para erradicar al terrorismo de Sendero Luminoso cuando se detuvo, juzgó y condenó a cadena perpetua a Abimael Guzmán Reynoso. Seguramente más de un caviar estará pidiendo la cabeza de alguna autoridad en esa difícil y convulsa zona del interior de nuestro país. Es lo más fácil. En 26 años que lleva preso Guzmán, el Estado peruano se ha dormido en sus laureles. Muchos jóvenes miran con simpatía a los terroristas presos en las cárceles del país confundiéndolos con presos políticos porque ninguna política pública les advirtió desde niños en las escuelas que eran terroristas y que causaron graves daños al país. Si uno se fija en el currículo escolar, nada se ha hecho para que los peruanos crezcan conociendo la verdadera realidad de lo que Sendero hizo, donde las masacres de comuneros, “juicios” populares de las autoridades rurales, asesinatos selectivos de autoridades civiles, militares y religiosas, derribamiento de torres de alta tensión, coches bomba en las ciudades del país, etc., fueron la regla de la insania terrorista. ¿Para qué, entonces, aprobamos en la Constitución de 1993 la pena de muerte para casos de terrorismo si en ese largo tiempo los parlamentos nacionales que hemos tenido no han decidido nada? Es un asunto de decisión política combatir al terrorismo con una política de Estado. Ayer, entre la tristeza por el crimen del militar y la promesa por acabar con sus asesinos, la Escuela Superior de Guerra del Ejército no se amenguó y llevó adelante, en medio del dolor por la temprana partida del valiente soldado, el II Seminario Internacional “Estrategia contra el terrorismo y el crimen organizado transnacional”, que va hasta hoy. El nuevo gobierno del Perú deberá corregir los errores en 26 años e ir hasta el fondo del problema para erradicarlo.