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A Iván Duque, que lleva medio año en la Presidencia de Colombia, sus predecesores Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe le dejaron la paz a medio plato servido. Es la verdad. El feroz atentado terrorista de ayer cerca de la Escuela de Policía de Bogotá, que se ha cobrado 10 muertos y 65 heridos, no solo lo confirma sino que, además, opaca toda la novísima etapa de tranquilidad legada por el acuerdo de paz entre el gobierno nacional y la ex FARC negociado a punche, con sobresaltos y correcciones durante más de cinco años en La Habana. Pero también lo es, confirmando lo más grave, que al interior del país siguen operando grupos terroristas. Las ex FARC, para apagar las dudas, han sido prácticamente los primeros en condenar el atroz ataque. Quedan para la profunda e inmediata investigación, de un lado, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuya negociación para lograr la paz total en el país cafetero es el reto de Duque desde el mismo día en que llegó al poder y, de otro, las denominadas disidencias de las FARC -nadie puede negar sus movimientos en las zonas de fronteras- que nunca aceptaron el acuerdo de paz firmado entre el expresidente Juan Manuel Santos y el hoy políticamente converso exjefe de las FARC, Rodrigo Londoño “Timochenko”.

La agenda política prioritaria de Duque es la paz para su país y si no la consigue, políticamente no se lo van a perdonar, pues el pueblo colombiano ha padecido 54 años de violencia estructural. Llama poderosamente la atención que el autor material del siniestro buscando lograr su objetivo -lo consiguió- considerara su autoeliminación. El presumible suicidio o autoinmolación es una práctica del terrorismo del extremismo islámico. No siéndolo en nuestra región, no deberíamos quedarnos de brazos cruzados. En el pasado y como académico planteé a dos presidentes la necesidad de crear la Dircotei o Dirección contra el Terrorismo Internacional -ojo, no como una sección de la Dircote, sino ad hoc-, con trabajo exclusivo para comprehender la subversión foránea, porque la influencia de las prácticas terroristas que vemos en el Medio Oriente sigue mostrándose en fase explosiva por lugares “no tradicionales” del mundo.