Llamamos terrorismo al propósito de la búsqueda de un clima de terror e inseguridad mediante actos intimidatorios contra adversarios y la población, buscando alcanzar objetivos habitualmente delictivos.

Uno de los mayores atentados terroristas, condenado en el mundo, fue el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, que llevó adelante Al Qaeda el 11 de setiembre del 2001, muriendo cerca de 3,000 personas.

Sin embargo, los mayores actos de terrorismo de la historia de la humanidad, fueron el lanzamiento de las bombas atómicas sobre población civil, en Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, bajo la Presidencia de Harry Truman. Murieron aproximadamente 220,000 personas y los rezagos de las enfermedades perduraron por años.

Durante la guerra de invasión a Vietnam, ambos bandos emplearon actos de terror para conseguir el apoyo de las colectividades campesinas, política absolutamente condenable. Recordemos la icónica foto de la niña corriendo tras recibir bombas de napalm en Trang Bang.

Tras el atentado de Chuschi en 1980, Sendero Luminoso empleó el terrorismo como arma política. La Comisión de la Verdad lo señala tajantemente como también nos recuerda que actos de violencia política se ejercieron desde el lado represor.

Desaparecidos, fosas comunes, violación y esterilización de mujeres son hechos imposibles de olvidar. Así como deben aclararse definitivamente los ataques, dinamitando buques pesqueros cubanos Río Jobabo y Río Damuji, en el Callao; y los disparos a la residencia del embajador cubano.

Acusar a los adversarios políticos de “terrucos” no es sino una forma blanda de practicar el terrorismo. Busca sembrar miedo en la población y descalificar a los que discrepan.

Condenamos el terrorismo, cualquiera sea su procedencia.