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Desde hace poco más de dos meses, cuando un periodista -ahora defenestrado- del diario El Comercio propaló el neologismo “terruqueo”, no ha habido columnista caviar, o político de la izquierda extremista, que no lo haya utilizado para describir, según ellos, una falsa imputación de su vinculación con las bandas terroristas de SL y el MRTA, actitud que -dicen ellos- los ofende y denigra.

Yo tengo otra acepción del término “terruqueo”. Quienes lo utilizan (rojos, caviares y tontos útiles del comunismo) buscan deslegitimar, banalizar o desprestigiar a quien, válidamente, denuncia la infiltración en la sociedad peruana de actitudes y opiniones que contienen una evidente empatía con las causas que enarbolaron los movimientos que impusieron el terrorismo en el país, buscando su encubrimiento o sustrayéndolo de la condena social, o del peso de la justicia que les debería corresponder.

Así, si denuncias sobre determinada película (como La Casa Rosada) que hace apología del terrorismo, te acusan de “terruquear”; si denuncias que la congresista Foronda contrató en su despacho a una terrorista convicta, te acusan de “terruquear”; si denuncias que la propuesta del LUM contiene un claro sesgo en favor de SL, como lo hizo el congresista Donayre, te acusan de “terruquear”. Si condenas los actos de vandalismo en la marcha contra el Congreso, en la que incendiaron un vehículo policial, te acusan de “terruquear”. Si condenas el cobarde asesinato en emboscada a cuatro policías en Huancavelica, te acusan de “terruquear”.

El tema, pues, es más agudo de lo que nos quieren hacer creer los auspiciadores de la violencia irracional. Estos deben ser señalados y erradicados, con el mayor rigor posible, dentro de la legalidad. La paz social que se consiguió con el sacrificio de la población, de las FF.AA y la PNP, en su guerra contra la subversión, no puede ser puesta nuevamente en riesgo, por indolencia o cobardía. Si para ello es necesario “terruquear” a quienes lo propician, pues a “terruquear” hasta que se enronchen.