Thor: Un Mundo Oscuro
Thor: Un Mundo Oscuro

Las fórmulas se imponen en Hollywood. No importa el género, solo que los dividendos en taquilla sean cuantiosos. Por eso se hacen secuelas, nuevas versiones de películas antiguas aunque sean clásicos o filmes de culto. Y por eso también se siguen creando nuevas franquicias. Así ha ocurrido con los famosos superhéroes de Marvel Comics, que van saltando a la pantalla grande uno por uno o en grupo, como en Los Vengadores (2012).

Thor, el popular dios del rayo con su emblemático martillo, tuvo su primera cinta en 2011, realizada por el británico Kenneth Brannagh. Una aventura fantástica bastante discreta en la que los elaborados efectos especiales se imponían sobre una intriga escasamente trascendente. Ahora llega el turno de la obligada secuela, Thor: Un mundo oscuro, en la que se han superado ciertos baches e imprecisiones de la cinta anterior, pero sigue prevaleciendo el cálculo comercial.

Las riendas son aquí responsabilidad de Alan Taylor, experimentado realizador de televisión con un destacado currículo en su haber (Sex and the City, Deadwood, Roma, Los Sopranos, Mad Men, Juego de tronos). Sin embargo, debe quedar claro que el profesional se ha ceñido básicamente a los requerimientos de un guión sin sorpresas, en el que interesa más su generosa parafernalia visual que la propia intriga.

La fórmula se plantea desde el inicio y define los alcances de la lucha entre el bien y mal —o entre la luz y la oscuridad— que se va librar. Un extenso prólogo da cuenta de cómo un siniestro personaje llamado Malekith (Christopher Eccleston) y sus hordas de fieles súbditos intentaron hace miles de años sumir al universo en las tinieblas, pero fracasaron.

ENEMIGO PELIGROSO. Ahora, debido a un hecho fortuito, quedará abierto un portal cósmico que permitirá que Malekith y sus huestes vuelvan a la vida y persistan en sus maléficos planes. Únicamente el poderoso Thor (Chris Hemsworth) será capaz de enfrentarse a tan peligroso enemigo, aunque finalmente deba recurrir a la ayuda de su hermano adoptivo Loki (Tom Hiddleston) y de la joven científica Jane Foster (Natalie Portman).

La combinación de acción, humor y efectos visuales de última tecnología logra por momentos un cierto equilibrio, pero no es suficiente para superar la previsible estructura de su libreto. La dirección de Taylor se muestra fluida, sobre todo en las secuencias más dinámicas o de mayor movimiento (la batalla final en Londres, por ejemplo), y las situaciones humorísticas están mejor integradas al conjunto del relato. Igualmente, saltan a la vista el impresionante diseño de producción y sus varios escenarios virtuales.

En cuanto a las caracterizaciones, la mayoría del reparto cumple acertadamente su función. No obstante esto, sigue llamando la atención la escasa credibilidad que aporta Natalie Portman a su rol de científica enamorada de Thor, tan anodina como en la película previa. No parece la misma actriz que ganó el Óscar por El cisne negro (2010).

Los fanáticos incondicionales del personaje deben permanecer en la sala al momento de los créditos finales, pues hay dos escenas adicionales.

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