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La crisis permanece mientras PPK se fragiliza más, al punto de pedir que lo dejen trabajar. La política peruana sigue en shock, solo ignorada por quienes se han puesto la venda y la banda. Se equivocan quienes consideran como un hecho la reconciliación ficta. El simplismo asusta, la debilidad reina y pierde el país. Tenemos un Presidente que cree haber salido indemne de su traumática travesía de fin de año, confía demasiado en que sus electores no le cobrarán por haberles dado groseramente la espalda al pactar su permanencia en el cargo con el fujimorismo. El carecer de cuadros de gobierno con ideología y objetivos le pasará factura, y el corte y pega del gabinete no da para los mejores augurios, aunque existen al interior personalidades confiables que podrán hacer excelente papel como Abel Salinas, en Salud, por ejemplo.

Tiempo de espera y de oraciones. Es de pronóstico reservado el resultado de las protestas en las calles y del cuestionamiento legal al escandaloso indulto en las instancias internacionales. Mientras tanto, Fuerza Popular y el oficialismo se reacomodan para enfrentar sus disidencias, que son muchas y fuertes. El fujimorismo perdió su hegemonía congresal absoluta y el partido de gobierno se debilitó hasta el bloqueo interno. Muy peligroso. Habrá que esperar para que la permisividad y la indiferencia de muchos ciudadanos no sean parte de la crisis que se hace crónica. Nadie está pensando en lo que significa patria, democracia y anticorrupción.

La juramentación del equipo ministerial no es la gran solución. Más que gabinete de la reconciliación, es un gabinete de flotación para que el gobierno no se hunda y nosotros con él. Seguimos creyendo que la mejor opción es la renuncia de PPK en favor de Martín Vizcarra. Si es suficientemente lúcido para protegerse a sí mismo y al país.