Empieza la fase dura de la campaña y, con ella, la feria de ofrecimientos de todo color, precio y dimensión. También los insultos y reacciones destempladas. Este menjunje se ha de elevar a la “n” potencia cuando entren a tallar los candidatos al Congreso, y ahí sí, como bien sabe usted, todo se vuelve kafkiano, surrealista, increíble.

Así que para que usted no se maree, querido lector, y llegue al 10 de abril lo menos intoxicado posible, le sugiero atender algunos consejos que a este columnista siempre le han resultado.

1. Elegir a un presidente o congresistas no es apostar por un caballo ganador, por el gallo más rápido o por el equipo de sus amores. No. Es un acto de entrega de confianza por quien va a tomar decisiones por usted en los siguientes cinco años. Así que imagínese que es casi como entregar un poder por escrito a una persona para que matricule y pague el colegio de sus hijos, se encargue de curar a su madre y/o resguardar su casa y su auto. Piense en qué condiciones, experiencia o habilidades tendría que tener esa persona. Piense en qué características personales desearía usted que tenga o que no tenga.

2. Todos los candidatos compiten por ofrecer el oro y el moro. No se confunda. Mucho más importante que escuchar lo que ofrecen es conocer cómo van a lograrlo y con qué personas se juntarán para alcanzar tan caras metas. Y, por supuesto, cuánto van a costar (que es lo mismo que preguntarse cuánto nos van a costar a los peruanos) esos planes. Por ejemplo, ¿sabía usted que gracias a que usted y yo, desde algún tiempo, pagamos en nuestros recibos de luz una determinada cantidad de dinero es que se ha hecho posible, en parte, la construcción del Gasoducto del Sur (megaobra que cuesta varios miles de millones de dólares)?

3. Elegir autoridades es como casarse. Sí importa la familia, sí importa si estudió y dónde. Sí importan los amigos. Si estuvo acusado o no. Si estuvo en la cárcel. Sí importa la historia de la persona. Averígüela.

4. De la publicidad, crea solo la tercera parte. No le dé mucha bola.