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Por donde se mire, la prisión efectiva de 36 meses dispuesta contra el expresidente Pedro Pablo Kuczynski, quien a sus 80 años se encuentra internado en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Anglo Americana, es un abuso judicial que está desvirtuando severamente la impostergable lucha contra la corrupción que todos los peruanos debemos apuntalar desde donde nos toque, para de una vez erradicar esta lacra que nos carcome como país.

En Correo hemos sido críticos de la gestión del expresidente Kuczynski desde que comenzaron a aparecer los primeros indicios de sus actos irregulares cuando fue ministro de Alejandro Toledo, al extremo de que mientras estuvo en el poder jamás nos quiso dar una entrevista pese a haber sido columnista dominical de este diario durante casi una década. Solo dejó de escribir cuando se inició la campaña del 2016 y decidí darles el espacio de PPK a todos los candidatos y no solo a uno.

Sin embargo, las críticas a su actuación pública que hicimos como periodistas y su molestia ante la línea editorial adoptada libremente por Correo no impiden para nada que hoy desde este espacio cuestionemos el trato que vienen dando al expresidente Kuczynski tanto el Poder Judicial como el Ministerio Público, teniendo en cuenta que aún no existe ni siquiera una acusación en su contra, ni riesgo de fuga, debido a su estado de salud y su avanzada edad.

Por último, si los fiscales y jueces del Perú consideran que es probable que un expresidente anciano, con problemas cardiacos y con sus cuentas bancarias bloqueadas huya por la frontera, cosa que no ha hecho en todos los meses que ha tenido impedimento de salida del país, bien pudieron darle un arresto domiciliario y no enviarlo a un penal, al cual debería ir de inmediato si en su momento el Poder Judicial decide condenarlo.

Ayer los familiares del expresidente Kuczynski han hecho pública una declaración en la que se señala que el trato que viene recibiendo es “inhumano”, y tienen toda la razón. No cabe otro término para esta situación generada por jueces y fiscales a los que parece que pocos se atreven a criticar por temor a que sus amigos los tilden de “corruptos” y “sinvergüenzas”, y de estar detrás de una campaña para evitar que se haga justicia. ¿Justicia? ¿Cuál justicia? ¿Esto es justicia?