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Ayer la gran noticia ha sido que el Ministerio Público, a través del fiscal Rafael Vela Barba, ha presentado la denuncia contra Alejandro Toledo, Eliane Karp y otros por el presunto delito de lavado de activos. Es un hecho importante y digno de destacar. El Equipo Especial ha hecho su labor. No obstante, queda el sabor amargo por la lentitud con la que se avanzó al inicio, lo que llevó a que el expresidente y su esposa estén prófugos desde hace dos años y medio.

No olvidemos que las millonarias compras in<mobiliarias del expresidente comenzaron a conocerse en enero del 2013 y que pese a las evidencias del desbalance patrimonial no se dictaron medidas que impidan su fuga, que finalmente se dio en el verano del 2017, cuatro años después de la salida a la luz del caso Ecoteva. Por eso la acusación contra Toledo y sus presuntos cómplices es una victoria pírrica para los peruanos.

Más bien, los que estuvieron al frente del Ministerio Público y de las pesquisas por el caso Ecoteva nos deben una explicación por su sospechosa parsimonia y por no haber actuado con la diligencia del caso. Su mal trabajo ha permitido que pese a la acusación y a la orden de prisión preventiva vigente, el exmandatario, su esposa y los demás coacusados estén en libertad. Incluso hace poco hemos visto a Toledo emborrachándose y haciendo escándalo en lugares públicos de Estados Unidos.

Pero eso no es todo. Hay que ser conscientes de que el regreso de Toledo a Lima, debidamente enmarrocado, rodeado de policías y listo para ser llevado al penal de Barbadillo, no será cosa fácil. Una extradición de Estados Unidos no es nada sencilla. Por eso jamás se le debió dar el espacio como para que fugue por el aeropuerto Jorge Chávez cuando era evidente que con dinero lícito jamás pudo haber pagado las propiedades que estaban a su nombre y de su familia.

Mientras tanto, la sensación de impunidad con respecto a Toledo seguirá en el ambiente. También queda la duda de por qué la Fiscalía actuó con celeridad y rigor en algunos casos, como los de Susana Villarán o Jéssica Tejada; y en otros, como el llamado caso Ecoteva, se procedió con guantes de seda. ¿No se mide a todos con la misma vara? ¿Por qué las miradas no apuntan hoy a quienes dejaron que Toledo evada a la justicia y se burle de los peruanos? ¿Nadie responde?