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Cualquier observador imparcial de la política peruana vería en las palabras que Cecilia Chacón dirigió al ministro Saavedra una indignación desatada, no una muestra de prepotencia y malcriadez. Se entiende la confusión porque el resultado es semejante. Algunas personas pueden contener la indignación mejor que otras, es cierto, pero que tire la primera piedra el que esté libre de un colerón cuando alguien te saca de quicio. Pasemos a examinar el motivo de la indignación. Este queda patente cuando se analiza de manera imparcial el contexto en que sus expresiones fueron proferidas. El contexto es simple. La congresista se indigna porque el ministro presenta un presupuesto opaco exigiendo una discrecionalidad en el uso de los recursos que nada tiene que ver con la eficiencia que todos esperamos de una cartera tan importante. La congresista, sorprendida e indignada por la oscuridad del presupuesto, dice: “Usted le transfiere a otro ministerio, le sobra el dinero, usted es la caja, usted fue la caja del gobierno anterior, porque a usted le sobra la plata y no ejecuta. Como su ejecución presupuestal es pésima, entonces usted le da al Ministerio de Salud, a los gobiernos regionales. Una vez más queda demostrado que usted recoge el presupuesto para ir repartiéndolo”. El tono, si bien grave, palidece ante la acusación de la congresista Chacón. Según ella, el MINEDU es un instrumento político en manos del gobierno. Si Saavedra es un repartidor de presupuesto y un gerente ineficiente se impone la interpelación. Los errores deben generar consecuencias de poder. El falso feminismo caviar hará bulla porque una mujer indignada pone en su sitio a un caballero ineficaz. Las formas deben cuidarse, pero el fondo es lo esencial. Suavemente, la oposición debe interpelar. Después de todo, siempre que una congresista señale el problema, los izquierdistas subvencionados siempre se fijarán en el dedo.