La portada de ayer del The New York Times ha conmovido al mundo por mostrar con nombres, apellidos y una pequeña reseña, a algunas de las casi cien mil personas que han muerto en los últimos meses en Estados Unidos a causa del coronavirus, que se expandió en gran parte por culpa del impresentable de Donald Trump, quien este último fin de semana fue visto jugando golf en un campo del estado de Virginia, vecino de Washington DC.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están cerca y ojalá que Trump no sea reelecto. No está en condiciones de seguir al frente de nada ni de decidir sobre la vida de las personas, sea del país que sea, en América, en Europa o en África. Un irresponsable no puede tener tanto poder. Que lo manden a su casa en noviembre para que juegue golf tranquilo, sin afectar a nadie más. Es lo menos que se merece.Para este señor no hay tragedia en su país, no hay fallecidos ni millones de personas sin empleo ni nada que le haga usar siquiera una mascarilla o perderse un partido de golf. Sin duda este personaje está cortado por la misma tijera que el brasileño Jair Bolsonaro, quien prepara parrilladas con los amigos, hace callar a los periodistas que le preguntan sobre la pandemia y deja que miles se mueran sin adoptar medidas básicas. Quiere tapar el sol con un dedo.Lo mismo pasa con otro cercano, el tirano nicaragüense Daniel Ortega, quien al inicio de la pandemia se desapareció cerca de un mes, al extremo que muchos creían que había muerto. Luego de “resucitar”, mandó a todos los niños al colegio y a los adultos al trabajo, como si en ese empobrecido país no pasara nada. Negacionismo total e irresponsable. Habría que ver si las cifras que muestra al mundo son reales o maquilladas, tal como ocurre en toda dictadura.

Existen sujetos que nunca debieron ponerse al frente de un país, pues sus actitudes se pagan con muchas vidas. Estados Unidos y Brasil llevan la delantera en la región en cuanto a contagios y muertes, mientras el tirano Ortega sigue gobernando Macondo, con el agravante de que a este último no se le puede sacar del cargo a través de elecciones porque en Nicaragua, simplemente, no existe democracia. Así estamos en América en tiempos de COVID-19.