A menos de una semana de su internamiento en el hospital militar Walter Reed Medical Center por haber dado positivo al Covid-19, el presidente Donald Trump probablemente se ha dado de alta, pasando por encima de las imploraciones médicas porque de otra manera seguiría en el nosocomio ubicado en las afueras de Washington. En efecto, ningún médico serio hubiera permitido que, en momentos en que la enfermedad recién comienza a mostrar sus signos más característicos y comunes, el cuadragésimo quinto presidente del país más poderoso del mundo, dejara el hospital para volver a sus actividades en la Casa Blanca. Es evidente que todo ha sido obra del mandatario que no ha podido con su genio. Desesperado por los recientes resultados de las preferencias electorales en favor de su rival demócrata, Joe Biden, y el acortamiento del tiempo para remontar en lo que resta de la campaña, Trump no se veía cumpliendo con rigor la esperada cuarentena que para estos casos se exige. Durante su brevísima estancia en el centro médico grabó un video y hasta decidió recorrer en auto las calles cercanas al hospital. Aunque seguramente muy bien medicado, ya de vuelta en la Casa Blanca, otra vez ha cometido el error político más relevante desde que el Covid-19 fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud - OMS: mostrarse reticente al uso de la mascarilla y su acto irreverente ha tenido una mayor connotación dado que ha sido realizado en la propia sede del poder ejecutivo estadounidense donde en las últimas horas el número de contagiados se ha incrementado entre el personal más cercano al mandatario. Trump cree ciegamente que su idea ha sido la mejor y por el miedo que irradia, nadie le ha dicho acerca del alto costo de sus impertinencias. De hecho, Biden lo buscará por allí. Mirando el segundo o tercer debate, actuará estratégicamente con discurso monotemático, fustigando contra Trump por los graves resultados del combate a la pandemia. Si Trump tuviera una recaída en los próximos días -lo que no podrá ocultar-, seguiría perdiendo, y sin recursos como para remontar, terminaría consumido en la derrota y como parte de un capítulo efímero de la historia política de su país.

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