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Cuando se tiene certeza de que el enemigo político logrará sus objetivos, la consigna a cualquier precio es neutralizarlo y hasta destruirlo. Dura realidad que no avalamos por supuesto, pero que es muy cierta y que está sustentada en la ausencia de moral no porque sea inmoral sino porque es amoral, es decir, sin moral porque esta no cuenta, es irrelevante. Donde el poder aparece como el centro de todas las atenciones en la vida política de un Estado, lo que menos importará es la moral. De otra manera, y sin nada que impida su crecimiento, el que lo tenga será un triunfador. Eso es exactamente lo que está sucediendo con el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, que afronta un juicio político promovido por miembros del partido Demócrata que, más allá de declaraciones, testimonios, etc., para demostrar la grave imputación política contra el mandatario buscan debilitarlo, mirando las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.

Las manifestaciones de gente muy cercana a Trump, confesando la participación del mandatario en acciones al más alto nivel para desprestigiar al exvicepresidente de Barack Obama, Joe Biden, pone el ojo de la atención en la idea de Macchiavello, que estableció que el fin justifica los medios. Los demócratas saben que no lograrán que Trump sea destituido, pues saben que las matemáticas no lo permitirán porque no tienen mayoría en el Senado. En el fondo, no es eso lo que están buscando. Son conscientes de que en la Cámara de Representantes cuentan con mayoría y de que allí no tienen problemas, pues necesitan la mitad más uno de los votos -218 de 435- pero también de que el Senado sigue siendo bastión republicano, donde los superan con 53 votos de un total de 100 senadores. Sin los 2/3 de los votos, es decir 67, los demócratas jamás lograrán su sueño. Esta realidad, entonces, los ha llevado a optar por el otro camino, es decir, el del desprestigio, en la idea de sembrar en la sociedad estadounidense -algo que las investigaciones dirán si es verdad o no- que Trump no tiene catadura moral para conducir los destinos del país y, por lo tanto, estaría descalificado para seguir gobernando en el escenario de una reelección. Esa es la razón de fondo del juicio político.

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