Cuando se tiene certeza de que el enemigo político logrará sus objetivos, la consigna a cualquier precio es neutralizarlo y hasta destruirlo. Dura realidad que no avalamos por supuesto, pero que es muy cierta y que está sustentada en la ausencia de moral no porque sea inmoral sino porque es amoral, es decir, sin moral porque esta no cuenta, es irrelevante. Donde el poder aparece como el centro de todas las atenciones en la vida política de un Estado, lo que menos importará es la moral. De otra manera, y sin nada que impida su crecimiento, el que lo tenga será un triunfador. Eso es exactamente lo que está sucediendo con el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, que afronta un juicio político promovido por miembros del partido Demócrata que, más allá de declaraciones, testimonios, etc., para demostrar la grave imputación política contra el mandatario buscan debilitarlo, mirando las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.
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