Las mid terms estadounidenses dejaron a republicanos y demócratas con algo que festejar. Los republicanos ganaron la Cámara de Representantes, la mayoría de las gobernaciones y pelean palmo a palmo el Senado. Los demócratas perdieron menos posiciones de las previstas e inclusive, menos que otros predecesores de los últimos cuarenta años. No obstante, pasada la batalla electoral, empezó la guerra de las narrativas interpretativas de los resultados, desplegadas por ambos partidos.
Y es que si algo ha sido destacado en estas elecciones ha sido el nombre de Donald Trump, a pesar de no ser candidato ni desempeñar cargo alguno en la estructura gubernativa estadounidense. Por ello, gran parte de la narrativa interpretativa gira en torno a él. Y aquí la poderosa narrativa demócrata, potencializada por los medios afines, está tratando de presentar las elecciones como un fracaso de Trump.
¡Error! Es un hecho que, aunque no hubiera “marea roja”, lo que ganan los republicanos en las mid terms cambia toda la dinámica política de los EEUU. Para empezar, ya tienen espacios para defender a Trump del embate judicial que cocinaron los demócratas en los pasados dos años. Y armas para contratacar, directamente apuntando políticamente a Biden y a su entorno. Los demócratas no se sienten demasiado mal porque para ellos era más importante bajarle el moño a Trump que ganar una cámara. Porque le temen.
Trump pasó la prueba de su vigencia al haber patrocinado a varios candidatos que salieron triunfantes. Otros no pudieron. No fue un triunfo espectacular. Pero fue suficiente. Además, es falaz extrapolar estos resultados a las presidenciales de aquí a dos años. Trump posee un carisma que no tiene hoy ningún otro político norteamericano. Con él en la pelea y con un partido que lo blinde en ambas cámaras de la campaña de demolición demócrata, puede ahora volver con todo.