El capítulo del proceso de elecciones 2020 en los Estados Unidos de América parece de nunca acabar.

Donald Trump, cuadragésimo quinto presidente en su historia de 245 años, se resiste a aceptar su derrota y eso es malo para el país, porque hace rato debió dar la vuelta a la página, quizás preparando el camino para volver a sus cuarteles de invierno hasta las elecciones de 2024, en que seguro intentará nuevamente la presidencia, y con ello creando las condiciones lógicas y esperadas para estos tiempos en que la atención política nacional pudiera estar concentrada en la transferencia del poder al demócrata Joe Biden, presidente electo, y en su juramentación, al mediodía del próximo 20 de enero.

Pero lo que estamos viendo es que Trump sigue gobernado por su laberinto de la derrota electoral y así, sin ordenar sus ideas, concluye erradamente que debe seguir dando la pelea porque podría revertirse todo lo actuado y continuar al frente de la Casa Blanca.

Esto último no es realismo político y sus opositores tendrán razones fundadas para minarlo políticamente. De hecho, la reciente llamada telefónica al secretario de Estado de Georgia, prácticamente conminándolo a que declare un número de votos que no existe, no solamente es ilegal, sino que tratándose del presidente estadounidense, tiene un enorme impacto en su propia imagen como mandatario y desde luego como persona.

Los demócratas, entonces, no pudieron hallar un mejor escenario que les permita lograr hoy una victoria electoral en la elección en Georgia, donde los resultados podrían comenzar a advertir que un triunfo demócrata les dará el control no solo del Senado sino además de todo el Capitolio -Congreso de los EE.UU.-, pues hasta en el escenario de un empate, será la vicepresidenta electa, Kamala Harris, la que selle el triunfo de los demócratas.

Creo que la “estrategia” de Trump no dará los resultados esperados y más bien el propio presidente saliente terminará muy desgastado, lo que sería la verdadera apuesta demócrata antes que impulsar un juicio político contra Trump por su cuestionada conducta como jefe de Estado al recurrir desesperadamente a una llamada indecente.