La era Trust empieza con el contento de los grupos conservadores nacionales que creen desde el mundo subdesarrollado en que vivimos que las medidas demagógicas y retrógradas del líder blanco de Estados Unidos van a adecentar un mundo donde ciertas libertades les incomodan como una piedra en la conciencia.

Se celebra la probable cancelación de ciertos derechos ganados por los grupos homosexuales, por ejemplo. Lo que no calculan es que la raza humana, al ser una e indivisible, pierde con cada paso dado hacia la retaguardia. Los homosexuales pueden ser los hijos, los sobrinos, los tíos, los hijos, los nietos. Mientras existan las garantías para que cualquier grupo se desarrolle de acuerdo con sus deseos siempre que estos no interfieran con las libertades de los demás, el mundo habrá ganado un espacio para la civilización y el desarrollo.

No estoy de acuerdo con los grupos que lanzan campañas de desinformación en desmedro de los homosexuales y lesbianas, cuyos derechos en nuestro país aún están en pañales, si me permiten esta figura.

Me recuerdan por desgracia que el factor que más atraso ha traído al mundo, que más guerras ha provocado, y por ende el que más sufrimiento de inocentes ha causado, es el fanatismo religioso. Creo que la religión es un sistema de jerarquías que no tiene mucho que ver con la espiritualidad.

Mientras más culta sea una persona, y lo digo recordando una frase de Marco Aurelio Denegri, menos propensa será al fanatismo religioso y a denigrar al prójimo por sus preferencias sexuales. El propio Cristo hubiera arrojado del templo a estos sembradores del odio.