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El 26 de enero próximo tendremos una nueva oportunidad de elegir a nuestros representantes en el Congreso. La corrupción en las distintas esferas del Estado, la impericia de actores políticos de distintas tendencias para dialogar y buscar juntos el bien común de la nación, así como la demostrada incapacidad de no pocas autoridades para afrontar los problemas de fondo del país, hacen urgente que esta vez seamos más cuidadosos al acudir a las ánforas. Cada voto puede, al final, hacer la diferencia y marcar el rumbo de nuestro Perú. De ahí deriva la importancia de emitir un voto informado y meditado.

Con esa finalidad, al momento de elegir es preciso tener en cuenta la fundamentación ética de la política. ¿Cuál es el fundamento moral objetivo de tal o cual candidato? ¿Qué me garantiza que, si sale elegido, se regirá por ese fundamento? ¿Cuáles son sus antecedentes en materia de moral? ¿Qué me asegura que lo mueve un sincero deseo de servir al bien común del país? ¿Es una persona honesta y leal?

Otro aspecto fundamental es la preparación y experiencia del candidato para asumir la responsabilidad que pretende. Los hechos demuestran que en las últimas décadas hemos elegido muchísimas autoridades que no estaban debidamente preparadas para ocupar los cargos que les hemos confiado. Es cierto que la aparición de nuevos candidatos da la sensación de una renovación en la política, pero la sensación no basta. ¿Qué preparación y experiencia tiene tal o cual candidato? ¿Es suficiente para el cargo al que aspira? ¿Su campaña se ha basado solo en promesas o ha explicado cómo tiene previsto cumplirlas?

En fin, las elecciones no son solo un desafío para los candidatos, sino también para nosotros, los electores. Si queremos salir ganadores en estas elecciones, tomémonos el tiempo y hagamos el esfuerzo de votar bien. ¡Tu voto cuenta!