Nos vamos acercando al final de una campaña donde se elegirá un nuevo Congreso, en el que tendrá que primar el diálogo y la aproximación entre las fuerzas que vayan a salir elegidas tras este proceso que no ha entusiasmado a muchos. Si esto no sucede, estaremos nuevamente ante un Poder Legislativo que más hará noticia por sus pleitos y escándalos, que por la producción legislativa y fiscalizadora que el país reclama. La disolución del Congreso anterior fue, finalmente, producto de la ausencia del diálogo entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo. Fue el fracaso de la política, pues no se dio el consenso que el Perú reclamaba para afrontar las serias dificultades que agobian al país. El problema estuvo en ambos lados. Hoy tenemos que dejar atrás esas situaciones que a nada bueno nos han llevado.

Es muy probable que tengamos un Parlamento con fuerzas diversificadas, pero allí tendrá que haber acuerdos que sirvan al menos para marcar el rumbo del trabajo que

deberá continuar el Congreso que elijamos en el 2021. Se dice que el Legislativo que se viene sería peor que el anterior, pero eso no es cierto. Mucho puede hacer si optamos por un voto responsable, nada más que con eso.

Nuestros problemas no pueden esperar más tiempo, mientras los políticos en general se dedican al ataque, la demolición, el golpe bajo y el discurso estridente para llamar la atención. Elijamos a representantes que estén en condiciones de trabajar realmente por el Perú. Para eso se necesita gente dialogante, tolerante, capaz y sin más ambición que la del deber cumplido.