En las próximas horas debe llegar a su fin una de las más nefastas y oscuras gestiones al frente del Congreso, que desde hace varios años ya viene siendo un verdadero desastre. Me refiero al año de mandato del cusqueño Alejandro Salas, de Alianza para el Progreso (APP), quien en casi 12 meses no ha hecho más que correrse de los medios para no dar explicaciones al país de un trabajo que se supone es público y de paso aclarar todos los cuestionamientos que pesan sobre sus espaldas.
Este “digno” discípulo de César Acuña pasará a la historia como el responsable de la que quizá haya sido la gestión menos transparente de un Congreso que ha hecho noticia por blindar a delincuentes y sinvergüenzas como son “los niños” y los “mochasueldos”, y por regalar plata de todos los peruanos a sus trabajadores a través de bonos, como si se tratara de una institución eficientísima donde su personal recibe beneficios por su excelente trabajo. Esto, más bien, parece una tomadura de pelo a los peruanos.
Sin embargo, el problema no solo ha sido Soto, sino también su agrupación política que en una gran muestra de caradurismo y ausencia de sangre en la cara, por estos días pretende lanzar a otro integrante de APP a la Mesa Directiva del Congreso. Se menciona a Eduardo Salhuana, a Lady Camones y hasta al propio “mudo” que está por dejar el cargo. En otras palabras, hacen una pésima gestión, regalan la plata, no dan la cara al país, y ahora buscan repetir el plato como si fueran lo mejor que le ha pasado al Perú.
Ayer, en la ceremonia central por el día de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) en la Base Aérea Las Palmas, Soto estuvo ausente y ni se dio la molestia de enviar a uno de los miembros de su Mesa Directiva para que lo cubra en la tribuna oficial al lado de la presidenta Dina Boluarte, y el titular del Poder Judicial, Javier Arévalo. Faltaba el Poder Legislativo, que con Soto es como si no existiera, salvo que haya un escándalo. Quizá le dijeron que estarían los medios de prensa y prefirió irse corriendo.
En las próximas horas se debe elegir un nuevo titular del Congreso. Es de esperarse que no sea otro lleno de “anticuchos” como Soto, que en su año de gestión ha preferido no dar la cara para que no le pregunten de sobre los problemas y cuestionamientos que arrastra. Es el precio de tener a gente dudosa en cargos públicos del alto perfil. Si Acuña quiere imponer a otro de su entorno, el resto de bancadas debería cerrarle el paso a este señor que cree que puede hacer con el país lo que le dé la gana.