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Desde que asumió las riendas del país tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, el presidente Martín Vizcarra supo mantener su popularidad a punta de pechadas al patético Congreso que tenemos, y marcando distancia de los impresentables jueces y fiscales embarrados en el caso “Los Cuellos Blancos del Puerto”. Fue así como se ganó la popularidad: vio que el asunto era relativamente sencillo y caminó por suelo parejo, incluso cuando no ha emprendido obras relevantes.

Sin embargo, ahora la coyuntura se presenta en verdad complicada para un mandatario como Vizcarra, quien nunca ha sido un político de grandes ligas, no cuenta con bancada ni operadores que lo respalden, y carece de ministros de fuste. Hoy el “obstáculo” no son los fujimoristas del Congreso ni los “hermanitos” a los que se debe meter presos, sino una situación conflictiva en el sur, la cual llevó al gobernante a adoptar acciones que lo han puesto contra la pared.

Ahora el presidente Vizcarra no puede levantar el dedo para señalar al Congreso ni decir que la culpa de todo es de César Hinostroza, Walter Ríos o Pedro Chávarry. Los audios que se han conocido el fin de semana y durante la noche del lunes último muestran la voz del propio Mandatario coordinando con el intransigente gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres Llica, y con algunos alcaldes la manera en que “revertirán” la licencia de Tía María, lo que sucedió el viernes pasado.

Ello ha provocado que el Congreso cite al ministro de Economía y Finanzas, Carlos Oliva, y al de Energía y Minas, Francisco Ísmodes, con el fin de que expliquen los detalles de la reunión en Arequipa. Además, la referida situación ha originado que ya se hable incluso de vacancia presidencial. No creo que la cosa llegue a mayores, pero esta vez el propio jefe de Estado ha generado una crisis que no hace más que provocar inestabilidad política y económica en un país que tiene muchos problemas que se deben solucionar.

Quizás el mayor problema que afronte hoy el presidente sea que, en esta turbulencia generada por mano propia, no tenga al frente a los alicaídos rivales de siempre. Esta vez se ha disparado a los pies al acudir a una reunión con unos revoltosos que le jugaron sucio al grabar y difundir sus palabras, en las cuales queda claro su interés de que el proyecto de Tía María no se desarrolle, incluso cuando se han cumplido las exigencias del propio Estado. Acá no hay fujimoristas ni “hermanitos” para pechar. ¿Saldrá airoso?