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Entre las avenidas Túpac Amaru y Revolución, existe un peculiar paradero. Allí, una pequeña empresa de transporte llamada “El Mandarino” recoge pasajeros para llevarlos, a través de lo alto de los cerros, desde Comas hasta San Juan de Lurigancho en tan solo 40 minutos, en lugar de las casi tres horas que tarda la ruta convencional que une ambos distritos.

Por “Pasamayito” -como se le conoce coloquialmente a la ruta clandestina, construida por los mismos vecinos de Jicamarca y la mencionada empresa de transporte- no se escuchan bocinas, no hay quien meta el carro ni se libran batallas estériles entre conductores. Sin embargo, la trocha se extiende al borde de un gigantesco abismo, sin ningún tipo de baranda ni señalización; y, en las noches, no hay iluminación. La tragedia es cuestión de tiempo.

Que haya personas dispuestas a arriesgar sus vidas de esta manera a cambio de tiempo deja de parecer tan osado cuando se mira la foto completa. Con los años, las horas punta en Lima no han hecho más que multiplicarse, hasta llevarnos a merecer el deshonroso tercer lugar en un ranking mundial de congestión vehicular, según la compañía holandesa TomTom Traffic Index.

Los motivos que han convertido las calles de Lima en un infierno son varios, pero uno importante es la existencia de más de 400 rutas de buses, muchas de ellas superpuestas entre sí. Para solucionar esto, se creó la Autoridad Autónoma de Transporte Urbano de Lima y Callao (ATU) en diciembre del 2018, cuyo principal objetivo sería la integración del transporte público, acabando así con la superposición de rutas y el caos que esta supone. Pero como suele pasar en el país de las promesas truncas, hasta ahora la ATU no funciona, ya que su presidente no ha sido designado por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

A los pocos días de asumir el cargo de ministra del mencionado sector, María Jara señaló en una entrevista con RPP que en los próximos días se estaría, por fin, nombrando al encargado de la ATU. Ha pasado ya más de un mes y medio desde entonces y la entidad continúa siendo un fantasma. Mientras tanto, varios pasajeros siguen estancados en las avenidas y otros, desesperados, se abren paso por lo alto de los cerros.

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