A la presidenta Dina Boluarte no le queda de otra que respaldarse en la derecha del Congreso, curiosamente, esa misma que efectuó una férrea oposición al gobierno que ella integró como vicepresidenta y ministra. Pero, ¿a qué costo puede soportar y complacer a los legisladores que nunca dan puntada sin hilo?

Vamos, no seamos ingenuos. Está bien que la gran mayoría del Legislativo quería fuera del cargo al golpista Pedro Castillo, pero no por eso Boluarte tiene un cheque en blanco. Por el contrario, más temprano que tarde, ciertos grupos políticos comenzarán a pasarle la factura. ¿O acaso creen que todo es paz y amor en esta convivencia forzosa?

El Ejecutivo ha deslindado de los actos de corrupción, pero no tiene un plan de gobierno. Se entiende porque esta gestión pertenece a Perú Libre y a la coalición de la izquierda, no a otro partido. Entonces, armar un planeamiento estratégico exprés le hará cometer errores. ¿El Congreso pasará por agua tibia esto?

Cuando el gobierno de turno se salga de esa línea marcada por la falsa oposición comenzarán a pedirle cuentas. Caso contrario, ese contrapeso de poderes será una farsa. ¿Será por eso que resulta extraño llamar oposición a las bancadas de Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País? ¿Y qué les decimos a Perú Libre, Bloque Magisterial y Perú Bicentenario?

Pasó en Ecuador con Correa y Moreno, ambos en una misma plancha presidencial y luego odiándose a muerte por virar a la derecha. En el caso de Boluarte, es una medida para sobrevivir por algunos meses más en el cargo, aunque ello va a implicar allanarse a la agenda de las bancadas “oficialistas”. No le queda de otra.


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