Los casos de políticos u otros personajes que fugaron o evadieron a la justicia generan no solo preocupación sino también indignación. Cada vez estos hechos se incrementan, y no nos referimos únicamente a los que tienen gran repercusión. Hay también una buena cantidad de exgobernadores regionales, exalcaldes y exfuncionarios del interior del país que están prófugos.

Lo cierto es que la burla a la justicia de personajes como Alejandro Toledo, César Hinostroza, Félix Moreno y Lupe Zevallos, el intento de asilo de Alan García y la prolongada estadía en Estados Unidos de Jaime Yoshiyama han dado la apariencia de que algunos van por el mundo con el desparpajo del que se siente impune. No olvidemos al mal empresario constructor Lelio Balarezo o al expresidente del Club Regatas Lima, Gustavo Salazar, prófugo en Estados Unidos, casos de los que muy pocos hablan.

Este es un mal mensaje para la gente. Muchos peruanos juzgan que hay una incapacidad de las autoridades judiciales y policiales para abordar con rigor este problema. Seguir demostrando pasividad e inoperancia ante este panorama, en el que personajes poderosos no cumplen los mandatos judiciales, genera desconfianza en las instituciones del Estado.

El Estado ya no puede mirar a otro lado. No se puede seguir con medias tintas y con una actitud contemplativa, ya que esta coyuntura es nociva para el sistema.

La justicia debe alcanzar a todos, sin distinción.