La grave y bien sustentada denuncia del dominical Panorama sobre las irregularidades en la tesis con la que el hoy presidente Pedro Castillo obtuvo el grado académico de magíster por la Universidad César Vallejo, no debería sorprender a nadie si tenemos en cuenta las pocas luces que ha mostrado el personaje desde que salió a la luz como sindicalista rabioso y más tarde como un jefe de Estado precario que evidentemente no sabe ni dónde está parado.

Exhibir una tesis con el 54% del contenido copiado, lo que incluye la totalidad del marco teórico, es una vergüenza. Eso no es “casualidad” o “problema del software”, como han pretendido señalar algunos escuderos. Eso no se lo cree ni el ministro de Cultura, Alejandro Salas, el defensor de lo indefendible de este régimen a cargo de un personaje que más allá del plagio y los contundentes resultados del programa antiplagio Turnitin, ha dado constantes muestras de sus grandes limitaciones.

El mandatario y sus escuderos afirman que no da entrevistas porque la prensa lo ataca o lo tergiversa. Sin embargo, lo cierto es que tenemos un jefe de Estado de espaldas a los medios y por lo tanto a los peruanos, porque realmente está en la calle y no podría responder sobre los temas que interesan a sus gobernados, que es lo mínimo que se puede pedir incluso a un aspirante a una alcaldía distrital. Recordemos el papelón internacional que hizo ante CNN a inicios de este año.

Por eso, lo de la tesis del profesor Castillo no debería sorprendernos no solo por la precariedad mostrada por el mandatario, algo advertido incluso por algunos excolaboradores arrepentidos, sino porque en su gabinete hay por lo menos dos ministros acusados de plagio a los que nadie manda a su casa. Me refiero a la titular de Trabajo y Promoción del Empleo, Betssy Chávez; y nada menos que a su colega de Educación, Rosendo Serna.

En un momento de crisis histórica por la pandemia de COVID-19 y sus secuelas, el Perú merecía un verdadero presidente capaz de armar un gobierno de profesionales a la altura del reto, y no un personaje que ha obtenido un grado académico con una tesis en gran parte plagiada, y que desde que era candidato ha mostrado que no debió pasar de tira piedras y quema llantas de la avenida Abancay y la Plaza San Martín. En medio de todo esto, ¿dirá algo la universidad que regaló el diploma a Castillo?