¿Quién gobierna el Perú? Esta pregunta circula en medios extranjeros. ¿Es el presidente PPK, elegido para evitar que los fujimoristas se auparan también en el Ejecutivo, después de haber ganado holgadamente la mayoría absoluta en el Congreso? ¿O es Keiko Fujimori, quien después de pedir públicamente a PPK el cambio ministerial lo ha determinado con sus huestes congresales, quitándole la confianza al gabinete Zavala?

Parece que ninguno de ellos gobierna, al final son los termocéfalos que rodean a las cúpulas los que quieren llevar al país al anarquizante dilema de la vacancia presidencial o el cierre del Congreso. El resultado de la colisión extrema de poderes es la suma cero. Nadie gana, menos el país. El conflicto político ha escalado y muchos predicen una nueva elección parlamentaria en la que el fujimorismo sin Kenji se fortalecería tornando una elección congresal en pre-presidencial. No es tan cierto ni tan fácil. Sin hablar del escándalo Lava Jato que podría alcanzar a KF, el fujimorismo ha visto en riesgo su poder por la sentencia del TC que permite la división de las bancadas incluyendo la de Fuerza Popular, hasta ahora avasalladoramente sólida. La mordaza gráficamente denunciada por Kenji Fujimori no les anuncia buenas nuevas. Uno de los últimos gestos de la superbancada naranja podría haber sido el rechazo de la confianza para tumbar al gabinete Zavala, a fin de mostrarse implacables con el Gobierno.

El desafío está planteado y la bola está en el campo de PPK, que debería dejar de lado su terquedad en mantener a tecnócratas que no dan fuego político. PPK necesita coherencia, calidad y disciplina en sus filas. Tiene la sartén por el mango y podría optar por un gabinete de ancha base para enfrentar un fujimorismo que pronto podría estar dividido. Así haría de la crisis de hoy un nuevo comienzo. Del limón, una limonada.

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