Queda claro que el Perú es un país generoso y que recibimos con los brazos abiertos a los extranjeros de bien que vengan a tratar de salir adelante honradamente, de la misma forma como en décadas pasada miles de peruanos tuvieron que salir de acá hacia diferentes países para buscarse un mejor futuro, lejos de la hiperinflación, el terrorismo, la recesión y la falta de oportunidades.

No obstante, esa generosidad y apertura que muestra el Perú no debe significar que se tenga baja la guardia para impedir que malos extranjeros, como los sanguinarios hampones venezolanos capturados el viernes último en un centro comercial del Cono Norte de Lima, con armas y explosivos, ingresen libremente a nuestro país a delinquir.

En nombre de la hospitalidad, la generosidad y la igualdad de oportunidades, no podemos dejar que ingresen todos los extranjeros sin pasar por los filtros que la tecnología y la cooperación internacional permiten.

El Ministerio del Interior y Migraciones deben afinar los procesos de control con la cooperación de las autoridades de los diferentes países, a fin de que acá solo ingresen ciudadanos extranjeros de bien y no delincuentes que se sumen a los que lamentablemente ya tenemos en nuestro territorio y que constituyen el gran problema que castiga a los peruanos, junto con la corrupción.

No bajemos la guardia. Sigamos siendo receptivos y abiertos al visitante, pero no ingenuos ni tontos. Lo agradecerán los ciudadanos de a pie que día a día luchan contra la delincuencia.